Desde la ventana del baño de mi casa, veo cada día a un hombre trabajando en su huerta. Sobre todo los días soleados. A veces llueve y se inunda todo, pero el barro no le impide seguir cuidando de su pequeño trocito de tierra. Se pone sus katiuskas y su sombrerito, y continúa donde lo dejó el día anterior. Aunque no siempre le acompaña el tiempo. Ha habido grandes nevadas, y ha hecho tanto frio… ese tipo de frio que se te mete hasta las tripas, ese tipo de frio que te atraviesa por dentro y recorre todo tu cuerpo en busca de grietas por donde seguir filtrándose. No son muchos días, pero cuando la nieve cuaja, me imagino al hombre sentado en el sofá de su casa, con una mantita y una taza de té, viendo películas antiguas y dejándose atrapar por el sueño recordando tiempos mejores.

No creo que el hombre odie la nieve. Sabe que cada año llega el invierno y con él días en lo que tendrá que descuidar un poco la tierra. Aunque no le guste la sensación de rigidez en el cuerpo, sabe que es importante que para que ciertas plantas lleguen a crecer fuertes, han de soportar temperaturas más bajas.

A veces me quedo observando al hombre. Trabaja la tierra y cuando se cansa, deja en vertical la pala y se apoya sobre ella, retomando el aliento. Y se queda observándola, analizándola, y es cuando recupera las fuerzas que continúa con su trabajo.

Hacía unos días que no veía al señor desde mi ventana. Todo este tiempo me he preguntado donde se encontraría y que sería de la tierra y de las plantas si él no volviera nunca más. Supongo que aprenderán a sobrevivir por sí mismas. Aunque en ocasiones no está de más tener alguien que te cuide y te riegue como lo hace él. Con mimo, con dedicación y con cierta ternura.

Yo quiero cuidar de mi misma y de las mías igual que ese hombre cuida de su huerta.

Quiero mimar mi cuerpo y regar mi mente.

Quiero dejar la nieve cuajar y prepararme una tacita de té hasta que vuelva a sentirme preparada.

Quiero florecer junto a las mías, y que eso suponga sobrepasar el jardín vallado de nuestras mentes.

Quiero hacer conmigo lo que ese hombre hace con su trocito de tierra.